Devorando elefantes

miércoles, 27 de abril de 2016

La chica de ayer

A mi mitad.


"Abre tus ojos verdes, Marta,
que quiero oír el mar"
                                           José Hierro 



                                                                                            Muchacha en la ventana 
                                                                                                                                                                      Salvador Dalí 
 
Abril le debe mucho a mi mitad. Es más bonito porque ella existe. Tiene más vida y huele mejor. Llegó casi al final, entre la lluvia ágil y las flores últimas de una primavera por turnos.

Ella, sin embargo, no sabía de estas cosas.

No sabía que la magia existe, y por eso se escondía entre las baldosas frías y monótonas de su cárcel de bromuro. Ajena a púberes enfermedades, más ella que ninguno de muchos,  emitía en silencio continuos aullidos de madrugada que rasgaban la suave tela de su espalda. Y se escapó. Ella siempre cuenta que se escapó y no sabía encontrar el sendero de vuelta. Torpe, repasaba las huellas de unos héroes desdibujados, que,  como ella,  también buscaban un horizonte que todavía no había amanecido.
Poco a poco fue tejiendo una maraňa de desvelos en los que se vio inconscientemente atrapada.  No lo intuía,  pero su teleraňa era frágil; finalmente se compadecería de ella y la dejaría marchar.  Inocente y desorientada salió.  Ella no lo sabía,  pero salió. Había ganado.

Yo le repito con frecuencia que es LIBRE, como los pocos sabios que en el mundo han sido.  Y muy hermosa.

Su verdadera vocación siempre ha sido cuidarme,  protegerme de los fantasmas en las  gélidas noches de invierno en las que ni siquiera el silencio es compaňía. No lo ha podido hacer mejor.

Muchas veces la observo mirando desde su ventana el sendero de sus sueños. Y su rostro es el mar.  Y su voz es mi hogar.  






sábado, 23 de abril de 2016

El lector


El lector
Ferdinand Holder



"Que otros se jacten de las páginas que han escrito,
a mí me enorgullecen las que he leído".

                                                        J. L. Borges


"Él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio". El Quijote, Miguel de Cervantes.
 
 
"Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños, y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde del precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan en él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Yo sería el guardián entre el centeno". El guardián entre el centeno, J. D. Salinger.
 
 


"El amor es irracional y ciego, dicen, pero él sospechaba que eso era otro cochino embuste inventado para engañar a las almas simples: porque si hubiese conocido a Hortensia al volante de un coche sport, por ejemplo, como en el caso de Teresa, enamorarse de ella habría sido muy fácil. ¿Qué eso ya no habría sido amor? Amor y del grande". Últimas tardes con Teresa, Juan Marsé.

 
 
"Lo más urgente no me parece tanto defender una cultura cuya existencia no ha salvado jamás a un hombre de la preocupación de vivir mejor y de tener hambre, como de extraer de lo que se llama cultura, ideas cuya fuerza viva sea idéntica a la del hambre". Antoin Artaud.
 
 
 
"¿Y qué fue lo que aprendieron los alumnos de Amalfitano? Aprendieron a recitar en voz alta. Memorizaron los dos o tres poemas que más amaban para recordarlos y recitarlos en los momentos oportunos: funerales, bodas, soledades. Comprendieron que un libro era un laberinto y un desierto. Que lo más importante del mundo era leer y viajar, tal vez la misma cosa, sin detenerse nunca. Que al cabo de las lecturas los escritores salían del alma de las piedras, que era donde vivían después de muertos, y se instalaban en el alma de los lectores como en una prisión mullida, pero que después esa prisión se ensanchaba o explotaba. Que todo sistema de escritura es una traición. Que la poesía verdadera vive entre el abismo y la desdicha y que cerca de su casa pasa el camino real de los actos gratuitos, de la elegancia de los ojos y de la suerte de Marcabrú. Que la principal enseñanza de la literatura era la valentía, una valentía rara, como un pozo de piedra en medio de un paisaje lacustre, una valentía semejante a un torbellino y a un espejo. Que no era más cómodo leer que escribir. Que leyendo se aprendía a dudar y a recordar. Que la memoria era el amor". Los sinsabores del verdadero policía, Roberto Bolaño.
 
 

"Aun así, con una sola mirada fui capaz de absorber toda aquella atmósfera y tuve alimento para soñarte siempre, despierta y dormida". Carta a una desconocida, Stefan Zweig.
 
 
"Fue siendo alumno de ese hombre cuando empecé a preguntarme si los literatos no sufren alguna variedad de desequilibrio mental, desequilibrio que, pensando en el trepidante balanceo nocturno de Albert Vetch, he denominado el mal de medianoche. Este mal es un insomnio de origen emocional: el paciente se siente en todo momento -aunque escriba al amanecer o a media tarde- como si estuviese echado en una asfixiante dormitorio, con la ventana abierta y escuchando el golpeteo de un postigo, el paso de una ambulancia, el zumbido de una mosca atrapada en una botella vacía, mientras todo el vecindario duerme a pierna suelta". Chicos prodigiosos, Michel Chabon.





miércoles, 20 de abril de 2016

GRACIAS

A mis alumnos

"Surgirá un nuevo orden
y sus hombres serán 
los sacerdotes del hombre,
y cada hombre será 
su propio sacerdote".



Gracias chicos por compartir conmigo vuestros poemas escogidos. Gracias por llenar las paredes de versos y mi tarea, de ilusión. Gracias por escuchar otras voces en el desierto y sazonarlas con vuestra inocencia.

Efectivamente, las palabras pueden cambiar el mundo.

NO TE DETENGAS
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...

Walt Whitman

lunes, 18 de abril de 2016

Calidoscopio



A mis alumnos de 2 ESO.

Las causas 

(...) La escrupulosa línea del
calígrafo. 
El rostro suicida en el espejo. 
El naipe del tahúr. El oro ávido. 
Las formas de la nube en el 
desierto. 
Cada arabesco del caleidoscopio. 
Cada remordimiento y cada
lágrima. 
Se precisaron todas esas cosas 
para que nuestras manos se
encontraran.  

JL BORGES 

De vuelta al lunes,  con la pereza de una nueva semana frente al espejo,  buscaste un motivo para abandonar la estupidez.  Era sencillo; un café,  un "buenos días" amable y un pensamiento azul.  Por suerte tropezaste pronto con un verso; lo recogiste ávida entre los pupitres desgastados,  "prometo acostumbrarme a todas tus manías" - debidamente, una de las promesas más heroicas que he oído jamás -.
Mis alumnos recordaban los versos de Raúl Vacas - algo más que le debo a Carmen - y querían recitarlos en el Día del Libro.

Recordar una promesa nos convierte todavía en hombres mejores.

jueves, 14 de abril de 2016

Aulas





Menos mal que todavía las aulas no están vacías.
Menos mal que todavía hay sueños,
que todavía existe la poesía.
Menos mal que aún vuelan las palabras
y el alma persiste.
Menos mal que todavía  se leen cuentos,
que aún estamos incómodos con algo.
Menos mal que todavía se huye
de la mediocridad.

Menos mal.

Silencio



“Recuerda que cuando un hombre sale de una habitación, se lo deja todo en ella –le ha dicho su amiga Marie Mendelson-. Cuando sale una mujer, se lleva todo lo que ha ocurrido allí”. Alice  Munro.






El título era “Julieta”, la última de Almodóvar. He ido al cine con  expectativas, y sola, como a mí me gusta.  Yo no tengo más que mi criterio, mi humilde criterio, para afirmar que me ha gustado mucho, a pesar de lo que dicen las consagradas y petulantes críticas. Intuía que era el Almodóvar que andaba buscando y que se me quedó en Volver.


“Julieta” es la historia de un silencio, título original que el director decidió cambiar a unos meses del estreno porque coincidía con otro film de Scorsese  – aun así, hubiese preferido silencio-. Julieta es también la historia de una espera, y de la soledad. Concavidades en las que todos nos hemos visto atrapados en algún momento de nuestras vidas y de las que nunca se sale indemne.

Desde el primer fotograma de la película, te sabes en el universo Almodóvar; no creo que muchos directores de cine hayan consagrado un sello tan personal que permita al espectador identificar en cualquiera de sus planos “con quién se está jugando los cuartos”. A pesar de esto, lo he encontrado renovado; kitsch, pero más fresco. E intenso, casi siempre; cuando menos, el guión.

Nada resulta baladí en sus largos, ni siquiera una postal de felicitaciones o un brindis descuidado. Con una banda sonora rotunda, muy de el deseo, y la belleza narrativa de sus planos, ha habido momentos en los que me he descubierto apretando mis brazos contra la butaca y con la necesidad de respirar hondo.


Vayan al cine. Marca España.


domingo, 10 de abril de 2016

Vencedores


Fotografía de la colección @ro_rub



Hay días en los que nos sabemos vencedores. Son días azules, o a veces, en blanco y negro.

La alarma de la mañana no había sonado. No hizo falta. De sobra sabías que te despertarías y, dichosa, repasaste tus sueños. Ahí seguían todos, intactos. Anoche nada los perturbó; permanecían a salvo bajo la esfinge de tu cabeza, tus manos y tu pecho. Habías leído a Whitman y sus versos reposaban todavía en tu aliento, entre las sábanas. Te sabías en Paz, a pesar de que  nunca has dejado de ser una extranjera entre esos campos de algodón. No tenías que rescatar a ningún cachorro extraviado, ni tenías que hacer esa llamada que nunca hacías; no tenías que buscar entre tus cuadernos una cita en la que se hallase la respuesta a cualquiera de tus interrogantes; no esperabas una visita torpe que se sentase en tu mesa maltrecha; en ese día no tendrías que entonar ningún "mea culpa", ni destilar tristezas. Sabías, con la fuerza que da la certeza, que nada de eso ocurriría en aquel día y por eso decidiste sentarte amablemente a estar contigo. Tomarías una copa de vino y fumarías algún pitillo.

Seguirías, una vez más, soñando.