Devorando elefantes

jueves, 26 de mayo de 2016

Las novelas son para el verano


Chica leyendo


Inmiscuidos de lleno en el final de curso, vuelvo a encontrar los pasillos del instituto repletos de bullicio, calor y hormonas adolescentes; los departamentos, de exámenes, informes y suspicacias; los despachos, de cupos, pretensiones y medallas.

Los chicos están nerviosos, cansados; el sprint final les llega tarde y a destiempo, como casi todos los finales; algunos de ellos, han perdido la batalla y nos les queda otra que pasear sus pueriles rostros de orfandad por entre las aulas; otros, sin embargo, sueñan con el final, el verano y el mar; un mar que muy pocos contemplarán desde alguna recóndita ventana imaginaria en este pueblo de huerta y desamparo. Nosotros tratamos de hacer piruetas en el calendario; faltan días para fijar exámenes y recuperaciones de las recuperaciones -que nadie se quede sin la oportunidad de enmendar-; las faltas de ortografía pasan a ser una circunstancia más y Romeo y Julieta vuelve a ser nuestro bálsamo de fierabrás en esta antesala del descanso. Será que el amor y el teatro son dos  formas fantásticas de redención.

Entretanto, busco un cobijo. Preparo ávidamente mis lecturas de verano; sueño con novelas de siempre y ahora, novelas frescas, intimistas, deliciosas, catárticas. Vuelvo a la vida. No lo puedo evitar, en medio de esta vorágine de requisitos infundables, termino contándoselo a los chicos, y me ilusiono con que tal vez ellos puedan soñar también con el milagro de la literatura.

sábado, 7 de mayo de 2016

Deudas




"Dicen que hablamos claro, y que la poesía
no es comunicación, sino conocimiento,
y que sólo conoce quien renuncia a este mundo
y a sus pompas y obras".

                                          Línea clara. Luis Alberto de Cuenca.




Cultura inquieta

Sabía que me estabas esperando,  y no creas, te tenía muchas ganas. Últimamente todo me devuelve a ti, al origen. Y me gusta. Es como si todo tuviese un sentido finalmente. Yo, que tanto me he preguntado siempre, que he desgastado la materia gris de mis sueños y pulido la Piedra de Rosetta de mis incertidumbres en busca de respuestas que me permitiesen descifrar el jeroglífico de mis instintos.
Igual no es más que una manera de darme importancia; esa importancia con la que me empeño a veces en vestir todos mis santos y que en realidad no es más que una ignota idiosincrasia construida a base de cruces de melamina y pétalos de tinta.
Aun así, tú estabas aquí para sentarte frente a mí y tratar de dar luz a nuestros asuntos.
Te agradezco muchísimo la espera.