Devorando elefantes

martes, 6 de diciembre de 2016

Agosto




Algo es distinto hoy. 
Esta mañana me desperté a las 6; toda la casa dormía como hemos conseguido dormir desde que las alarmas recuperaron sus horas y no te escuchamos respirar.
Estaba inquieta y opté por salir de la cama y envolverme en la manta que te sirvió de mortaja. Ninguna manta me calienta tanto como ésa.

Te he llorado, una vez más, con la fuerza que me da tu alma y te he rezado con la fuerza de la mía. Tu ausencia sigue presente en cada uno de los momentos que la vida me planta delante, con dulce crueldad, para recordarme que sin ti no soy nada: la oposición, el faro, el primer día de trabajo, el mar, la carretera, los pinos, nuestros "cachorricos",  el pestillo de casa, tu canción. 

He cogido toda la felicidad que me cabía en la maleta y he venido a ver a F.; no me había dicho nada, pero me estaba esperando. Hemos contado hasta agosto -como tú y Carmela-, dichosos, inseguros.

Ojalá yo lo haga tan bien.

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