Devorando elefantes

sábado, 30 de diciembre de 2017

Mujer


Mujer sentada en una estación de tren

Me gustan estos días finales antes de terminar el año; me gusta dedicarme un poquito de tiempo y reflexionar sobre cómo ha ido todo en los últimos 365 días. 
Sin lugar a dudas, 2017 ha sido el año más significativo de mi vida. Lo más importante y que me brindó el momento de mayor felicidad y plenitud que jamás he experimentado fue el nacimiento de mi hijo Miguel. Antes de su llegada tenía un poquito de miedo; el embarazo fue un periodo de tremendas convulsiones emocionales: inquietudes, miedos, inseguridades, culpa, incertidumbres, desvelos, ilusiones, sueños, etc. Sin embargo, mi niño me lo puso todo tan fácil; apenas verle esa carita, apenas sentir su piel con mi piel, ya estábamos unidos para siempre; así lo supimos ambos. Me miraba perplejo con sus ojitos lindos, no paraba de hacerlo. A pesar de su recién llegada al mundo, mi bebé se sentía seguro en brazos de mamá y tuvimos unos días maravillosos en los que traté de no separarme de él puesto que solo hallaba la paz si lo tenía en mi brazos, sobre mi pecho. Nadie debiera separar a un recién nacido de los brazos de mamá o papá. 

Curiosamente, tres meses después del alumbramiento de Miguel, tuvo lugar otro; en este caso, no nos condujo a la plenitud, no me sirvió como bálsamo ni me reconcilió con todas mis imperfecciones y lamentos. F. y yo decidimos, por la felicidad de Miguel y la nuestra, no continuar estando juntos. Ha sido uno de los episodios más fuertes que he experimentado jamás. Un desconcierto que todavía hoy no alcanzo a entender. Durante aquellas semanas, no podía creer nada de lo que estaba sucediendo. Estaba desolada. Tremendamente rabiosa. Han pasado dos meses desde aquellos días (aquellos días negros cuya antesala venía ya desde el embarazo, qué embarazo...). No me apetece otra vez volver a revivir aquellas sensaciones; desde luego, fueron desgarradoras, todavía hoy arrastro algo de ellas, pero 2017 ha sido el año en el que ha nacido mi bebé, y por ello, el mejor de mi vida. 

A veces tiendo a pensar que ambos alumbramientos, un principio y un final, no son más que el nacimiento de un nuevo ciclo vital en el que me siento más fuerte, más ligera,  más serena, con más amor, con más vida. Tengo a Miguel. Tenerlo a él, lo es todo para mí. Tengo un futuro que yo misma voy a forjar, con mis manos y con mi corazón. Con mi entrega. Y yo sé mucho de corazones y entregas, al fin y al cabo, mis únicas idiosincrasias. 

Sé que me equivoqué, y no voy a decir aquello de que mis errores me condujeron a donde estoy hoy. No. Mis errores me pesan, pero solo pretendo perdonarme y continuar. Vivir cada día con ilusión y siendo un poquito feliz; con Miguel, eso sí,  tengo todos los días felicidad; simplemente cuando vamos a dormir juntos, o me despierta a cada hora con sus patadas en mi vientre, o me estira de la camiseta buscando el pecho; cuando gimotea de alegría y se queda tranquilito en mis brazos; cuando entrelazamos mis dedos con sus manitas; cuando me mira fijamente y en paz; al hacerle cosquillitas y su risa inunda mis oídos, la casa, mi alma; cuando está tomando el pecho y de repente se detiene, y me sonríe, y continúa.   Eso es LA FELICIDAD. 

Y así quiero seguir. Quiero que sea un año sereno; sí, he de lidiar con toros importantes, pero los lucharé, como a mí me gusta. Como aprendí de mi madre. 


Quiero ser una mujer tranquila y feliz en este nuevo ciclo. Me lo pido. Y ya sé lo que toca. 

domingo, 10 de diciembre de 2017

Ahora

   

Quien tiene un SUEÑO  
tiene un TESORO



¿Y si resulta que era cierto aquello que algunos te decían y tú no creías, aquello de que "todo pasa por algo"?

Pasar estos días en casa, con Miguel, lejos de todos y todo, ha sido muy gratificante. He tenido tiempo para disfrutarlo, como solo mi niño me hace disfrutar, y también para disfrutarme a mí. A pesar de la tempestad, los días se suceden con calma y poco a poco comienzo a sentir cierta paz que reconforta mi espíritu. Ya no he de forzar nada, ya no he de esforzarme por hallar tranquilidad y reposo... Parece como si la vida, al doblar esta nueva esquina, me condujese por un nuevo sendero, ahora de tierra fina; me gusta cómo huele, mis piernas se sienten fuertes y mi respiración es más pausada. Apenas estoy cansada y vuelvo a tener la fe de los estoicos con la que nací.

Todo es más FÁCIL. Qué bien me sienta leerme de esta manera; también hay algo fácil para mí. Es tan cómodo sentirme así. En estos días nada pesa ya tanto y solo yo decido cómo me voy a sentir. Vuelvo a ser la dueña de mis lamentos, y de mis ilusiones. Le he concedido tanto a F. -ojalá conserve algo de lo mucho que le he dado, algo que le sirva para sonreír y reposar- que me vaciaba constantemente, y siempre tenía que volver a empezar de nuevo. Cuánto esfuerzo para sentirme dichosa.

Pero AHORA es distinto. Ahora es el momento. 


domingo, 12 de noviembre de 2017

Amor mío




Amor mío, amor mío,
Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo.
Y acaba de irse aquella que nos quería. Acaba de
salir. Acabamos de oír cerrarse la puerta.
Todavía nuestros brazos están tendidos. Y la voz
se queja en la garganta.
Amor mío...

Vicente Aleixandre 



"Hasta mañana" me decías en la oscuridad de la puerta. Te marchabas también esta noche y aquí me quedaba yo, presa del desconsuelo, aterida de pena, desconcertada por tu huida.
No tengo muy claro hacia dónde marchas, no conozco tu casa y nunca más vestiré tu cama. 

Respiro cuando todavía me llamas como hace años, nadie me llama como tú; cuando todavía encuentro tus ojos al fondo de este mar tempestuoso en el que tendré que navegar durante todo este tiempo. No creía que los años dibujarían esta herida sobre mi piel; aquella niña triste del arrabal había salido victoriosa del barrio de los chicos de ley; se había ido a la capital, había conseguido estudiar y leer unos cuantos libros.  Había conocido la poesía; tal vez ese fue su error, inundarlo todo de poesía; llenar los vacíos del alma con versos de madrugada en los que siempre estabas tú. 

Ahora toca esperar. Ahora es de noche, pero hay que esperar que la baraja entregue otros naipes para la siguiente mano. No creo en la justicia de Dios. 


También hay belleza en las ausencias. Y en las despedidas. 

viernes, 27 de octubre de 2017

Miedo


                                                    

"Tú no eres como otras madres,
no tienes las manos frías,
ni canoso el cabello,
y no me envuelves en 
grávidos cuidados"

     Primera estrofa de un poema de
Peter Schwiefert a su madre



Miguel, ay mi Miguel... no quiero separarme de mi niño, no puedo vivir sin él; sin su piel, sin su olor, sin su sonrisa. Mi niño es un ángel, y tengo miedo por nuestro futuro, y arrastro la culpa por nuestro pasado.

Recuerdo cuando nació Miguel, cuando mi bebé reposaba sobre mi pecho, qué dicha más inmensa la de sentir su piel sobre mi piel. Ahí supe que algo definitivamente había  cambiado y que nunca más estaría sola. Ahí supe lo que era estar en paz, conocí la PLENITUD. Hubiera detenido el tiempo y el mundo en aquel momento; nada me importaba salvo nosotros y nuestro inconmensurable amor.  Recuerdo sus ojitos perplejos, recuerdo cómo me miraba mi niño y cómo yo traté de descifrarle los enigmas de la vida. En ese mismo momento le conté que es una obligación ser feliz, aunque a veces cueste, aunque a veces duela; le conté que siempre la mejor opción es la de ser libre, y que para ello, hay que LUCHAR, ahí reside el verdadero poder. Recuerdo que le contaba que su mamá siempre estaría a su lado; SIEMPRE JUNTOS.



Me has arrebatado parte de esta dicha; al igual que me arrebataste la magia de gestar a mi bebé en las entrañas. A veces siento que te podré perdonar. A veces estoy plenamente convencida de que no lo haré nunca. A veces te entiendo y otras, te maldigo por no aceptar mi desconsuelo, ni saber siquiera cómo ayudarme, por no abrazarme cuando más lo necesité, por no encontrar tus labios cuando los tenía tan cerca... 


¿Qué es lo que viene ahora?, ¿qué pasará?, ¿cómo podremos ser tres siendo dos?, ¿qué puedo y no esperar?, ¿quién más vendrá a juzgarme?, ¿me colgarán alguna letra escarlata?, ¿cómo será tu ausencia?, ¿cómo lo vivirá Miguel?, ¿quién tendrá el derecho de aplacarme y el deber de entenderme?, ¿con qué nuevo estigma llenaré mi conciencia ?, ¿CÓMO SALDRÁ TODO?


Miguel, ay mi Miguel... Yo había hecho otros planes... Perdóname, hijo. Te prometo, como lo hice el primer día, TE PROMETO que seré la mujer más feliz a tu lado, TE PROMETO que siempre estaré contigo. Te PROMETO que mataremos juntos muchos monstruos y que no te hablaré de todos. 

¿Y sabes, mi vida? Soy tan egoísta a veces que siento la necesidad de pedirte que me quieras; qué estúpida es mami a veces...

Lo siento, mi amor, pero sí, tengo miedo. Tengo miedo de todo, y solo dejo de tenerlo cuando estamos a solas los dos, y te doy la vida con mi pecho y acabas durmiéndote sobre él, o cuando me miras y sonríes, o cuando me abrazas, o cuando acallas tu llanto si  te cojo en brazos...

Mi vida; eres MI VIDA, ya te estoy echando de menos.


martes, 30 de mayo de 2017

Miguel


       
   A mi hijo Miguel


"Tu risa me hace libre,
 me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca."




Nanas de la cebolla

Estás conmigo; cada vez puedo sentirte mejor. En clase, en la playa, bajo las escaleras de la terraza y cuando salimos a pasear. Estás conmigo cuando estoy triste, o cuando sueño con papá, cuando sueño que estamos los tres juntos, en casa, en paz después del baño, o entre las sábanas, siendo uno los tres.

Pienso mucho en tu carita. Y en tu alma.

Te pido perdón, hijo, si no te he regalado todas las sonrisas que mereces; te pido perdón por no haber sabido valorar la tregua que el destino ha puesto en nuestras vidas con tu NOMBRE. 

A cambio te doy la vida.
 La más bella de la oportunidades para salir por la puerta grande, para pensar, para salir por la puerta de atrás, para perdonar. Para mendigar una oportunidad más. Para matar monstruos, para contar las horas y dilapidar segundos, para dar un beso y redimir con un abrazo. 

Te doy las manos y tu boca con las que tejerás el amor, el miedo, la amistad, el trabajo.
Sé tú, ante todos, con todos. Llora. Sueña. Túmbate al sol y acurrúcate. Crea una causalidad que te reconcilie con el desconsuelo. 
Crea.
Cree. 

Papá y yo te estamos esperando.

Y eso siempre será así, hijo. 





lunes, 2 de enero de 2017

Certezas

Mi amiga Carmen sabe quién soy; por eso, su felicitación en estas fechas fue desearme certezas... Solo alguien que bien me quiere me desearía esto...
Solo aquí, hechas de palabras, nos atrevemos a hablar del amor, la culpa, las dudas, un hijo.


Es cierto que sigo espantando fantasmas que aperecen en los desvelos de madrugada y ni siquiera me atrevo a mentarte. Tejo una nueva culpa, la de no serte feliz. El origen de tu vida me inquieta, pero no soy capaz de ponerte un nombre y confiar en el destino. Me pregunto si el miedo se nutre en las entrañas y si también a ti te condenará. Quiero redimirte de mis complejos y que no arrastres las cadenas del desconsuelo.

Te quiero libre. Y sin embargo, no puedo ponerte un nombre.